Cuando te encuentras dentro de ese sueño que era imposible, viajar por el mundo, la mayor parte del tiempo estás intentando captar al máximo lo que estás viviendo: momentos, sitios, personas, sonidos, olores, sensaciones

El resto del tiempo sueles estar ocupado organizando el siguiente paso del viaje, pensando si llegarás a tiempo para conectar dos autobuses o con cosas más curiosas como intentar preguntarle a un adolescente de un pueblo de Laos que si hay cerca algún tramo de río donde darte un baño y relajarte sin tener un idioma común en el que entendernos. Después, por cierto, te das cuenta que habrías tardado menos preguntando dónde va él y toda su familia a darse un baño al final del día y, si toca, a lavar la ropa.

Pero también es verdad que hay momentos muy fugaces, que nunca sabrás cuándo te llegarán, en los que tienes unos minutos de calma y te vienen ideas a la cabeza, pensamientos que son una mezcla de lo que estás viviendo durante tu viaje y tus ideas previas del mismo uniéndose de una manera que no esperabas y, cuando te das cuenta, han pasado 5 minutos en los que lo primero que te preguntas es:

¿Cómo es posible que el conductor de este autobús haya llegado a la edad que tiene conduciendo de esta manera?

Y cuando alguien interrumpe, estabas dándole vueltas a algo como:

Si te despertaras en otro lugar, a otra hora ¿serías otra persona?

Así, sin más. Es curioso llegar a esa pregunta como la suma de todo lo explicado arriba y después darte cuenta de que en realidad no es una pregunta demasiado nueva, de hecho puedes pensar que es de "El club de la lucha" porque la plantean casi con las mismas palabras.

Pero en este caso es debido al hecho de que un autobús nos estaba llevando de un país a otro, en mitad de una noche en la que dormimos a ratos. El resultado fue que al llegar después de 17 horas de tumbos por carreteras interminables con paradas intermitentes para ir al baño o comprar algo de comer, ni sabíamos dónde estábamos, qué día era ni qué se suponía que teníamos que hacer.

Y eso es lo que ocurre cuando viajas, que todo cambia constantemente. Tú también. Eres otra persona y tienes que volver a conocerte.

Y además, es cuando te das cuenta de que viajar no es sólo ir a un sitio y sacar fotos. Y entonces te preguntas:

¿Qué significa viajar?

Es difícil, por no decir imposible, responder a esta pregunta por completo porque tiene mil respuestas.

Hace un par de días, para nosotros significó darnos cuenta de que a veces las experiencias o situaciones no son simplemente lo que te ocurre. No estás viendo una película pasar por delante de ti, aunque a veces lo pensemos para quitarnos responsabilidad, si no que todo depende de cómo lo interpretes y de cómo reacciones a ello.

Por ejemplo, hace un par de días cruzamos por delante de un hombre muy mayor, un anciano lleno de arrugas con una mirada muy seria y dura hacia nosotros. No podíamos hablar con él porque no sabemos tailandés y lo primero que nos inspiraba era desde respeto hasta temor, quizás no le gustaban los extranjeros (no sería el primero).

Pero en un segundo todo cambió.

Con solo un leve gesto de la cabeza hacia abajo de nuestra parte en señal de respeto y saludo, acompañado de una sonrisa, cambia completamente su expresión y nos devuelve una sonrisa de oreja a oreja que no pensábamos que fuera capaz de poner y nos dimos cuenta que sólo estaba perplejo fijándose en cada detalle de nuestra ropa o manera de comportarnos.

Es algo muy sencillo pero que te abre la mente un poco más y te enseña que las cosas siempre son más complejas de lo que piensas, pero a la vez muy simples y que está en tu mano decidir cómo afrontar cada situación.

Ese podría ser uno de los significados de viajar.

Otro podría ser descubrir partes olvidadas de ti. Si me hubieses preguntado por lo que recuerdo de mi paso por la escuela primaria, probablemente lo primero que te hubiera dicho es una profesora super amable que me animaba a escribir cuentos.

Y aun así han tenido que pasar más de 20 años hasta redescubrir lo que disfruto escribiendo lo que se me viene a la cabeza, como Ahora. Sin el viaje no me hubiera parado a escribir, seguiría llenando mi tiempo con series o noticias que en realidad no me interesan.

Tampoco habríamos descubierto que nos gusta viajar en moto juntos.

Pero viajar es muchas cosas más. Es no saber qué vas a hacer mañana, dónde estarás la semana que viene o qué pensarás sobre la vida dentro de un par de meses. Y lo más importante es que eso no te causa ninguna angustia, al revés, lo disfrutas.

Significa tener una conexión única en apenas segundos con desconocidos. Te cruzarás con personas con las que hablarás apenas unos minutos en un barco y otras con las que tendrás una conversación más profunda una noche cualquiera en un hostal.

Significa valorar los momentos únicos y entender la importancia de perder una oportunidad y, por tanto, darle aún más valor al Ahora; es atreverte a hacer algo y no dejarlo pasar porque eres más consciente de que quizá no haya otra oportunidad.

Eso no ocurre en tu día a día cuando vives de la oficina a Netflix y repetir. Crees que todo es para siempre y no disfrutas de nada hasta que ya es tarde. Todos sabemos que no valoramos algo hasta que lo perdemos, el problema es que la vida no es como la conexión a internet, que es cuestión de esperar unos minutos y ya está ahí otra vez. Una vez que se va, se fue para siempre.

Viajar te enseña muchas cosas y cuando juntas todo, empiezas a entender el valor real de cada cosa que al final es simplemente el valor simbólico que le damos cada uno, los símbolos lo son todo en la vida.

Porque hay muchas cosas en la vida que nos vienen ya con un valor asignado, todo el mundo sabe lo que vale un iPhone, un billete de avión o un hotel en una isla paradisíaca, pero...

¿Cuánto vale para ti sacar ese móvil en una cena de amigos? 

¿Cuánto deseas hundir los pies en la arena?

La respuesta no es la misma para todos y te sorprendería lo mucho que valoran otros algo que a ti te da igual o lo que pueden despreciar un sueño por el que llevas luchando años.

O si no, piensa que tu pareja a ojos de otra persona no es especial, quizás porque no la conoce o porque por su forma de pensar no valora algo que tú sí.

Tú le asignas un valor a esa persona sin la que no podrías vivir. Al final no importa siquiera el valor objetivo que se le pudiera asignar a esa persona (si eso se puede), lo importante es lo que significa para ti. Y eso marca la diferencia completamente.

Es irónico que la sociedad viva según el valor que otro le asigna a los objetos, a las experiencias, cuando deberíamos ser nosotros mismos los que eligiéramos el valor de las cosas. Y no me refiero a pagar lo que queramos por cada cosa, me refiero a que no deberíamos desear todos lo que nos dicen que merece la pena. Deberíamos pararnos un momento a pensar y decidir cada uno qué valoramos en realidad.

Un tuk tuk nos quiso asignar un valor de 10€ a llevarnos a un templo masificado en Chiang Mai y volver. Una actividad que consistía en 20 minutos de ver pasar una ciudad única en modo espectador, ver un templo en 15 minutos de la misma manera que lo verías en programas como españoles por el mundo y vuelta.

Para nosotros eso tenía valor 0. En cambio, elegimos una actividad que para cualquiera sería una pérdida de tiempo, pero para nosotros ahora es impagable: dar un paseo de 1 hora de la mano por la avenida de las universidades de Bangkok descubriendo parte de su cultura (cómo desayunan en realidad ellos y su ceremonia de graduación que coincidió que era ese día) y después hacer una ruta de senderismo a un templo semi abandonado por una antigua ruta preciosa que nos dejaba con la boca abierta a cada paso.

Ese paseo simboliza mucho para nosotros, quizá para otros es una pérdida de tiempo y es totalmente normal.

Pero... ahora te pregunto, de las cosas que has hecho esta semana...

¿A cuántas les asignarías un gran valor?

¿Y en el último mes?

¿En todo el año?

¿Qué recordarás con una sonrisa dentro de 10 o 20 años?

Ese es el problema de la rutina a la que estamos acostumbrados, en la que estábamos nosotros.

Y la solución para nosotros ha sido viajar. Todo lo anterior es lo que significa viajar para nosotros y ha sido nuestra manera de pararnos a vivir.

¿Cuál será la tuya?

Otros pensamientos que te podrían interesar

Esta entrada tiene un comentario

  1. Teresa Escalante

    Tiene razón, viajar no solo es desconectarte, comprar un pasaje o salir de la rutina al mismo lugar de siempre. Es disfrutar el aire que golpea tus mejillas desde la ventana del auto, el regalo maravilloso que le das a tus ojos y esa sensación que te embarga al confundirte entre ellos, eso es viajar, llenarte de esa congoja que te embarga al estar en lugares nuevos y gente que no es de tu país, pueblo, etc…

Deja una respuesta

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.