Llevamos toda la vida al pie de “esa” escalera, haciendo como que no nos interesaba porque pensábamos que era inaccesible, pero siempre mirándola. Mirando de reojo a los que nos rodean, a todo el mundo, e intentando adivinar quién es el loco, si ellos o nosotros.

Llegó un momento en el que sabíamos muy dentro de nosotros que los locos eran ellos. El problema es que desde ese momento, para ellos, éramos nosotros los locos.

Nos costó varios años (5 para ser exactos) aceptar esa locura, desprendernos de todas las cargas que llevábamos encima desde hace tanto tiempo y subir la escalera.

¿Que qué escalera es esa? Déjame que te cuente una historia.

La parábola de la escalera y los 5 monos

Una vez metieron 5 monos en una sala donde sólo había una escalera y unos plátanos encima de ella. Los monos eran alimentados correctamente, pero esa fruta era muy apetitosa para ellos.

Cuando algún mono intentaba subir, se encendían unos aspersores de agua fría que mojaban toda la sala y a todos los monos, excepto al que estaba en lo alto de la escalera comiéndose un plátano. Con el tiempo, aprendieron que cada vez que uno intentaba subir, los demás sufrían y se lo recriminaban con chillidos y golpes. Hasta que ninguno volvió a subir.

Entonces, sacaron a uno de los monos y lo cambiaron por otro nuevo. El nuevo, obviamente, lo primero que quiso hacer fue subir a por los plátanos. No sabía nada, pero los demás le dejaron claro con golpes y empujones que no se le ocurriera intentarlo.

Después, cambiaron a otro mono de los originales por otro nuevo, otro que no conocía qué pasaba ahí. Se repitió la misma historia: todos le impedían subir la escalera, incluido el primer mono que sustituyeron, que no sabía qué pasaba si subían la escalera.

Poco a poco sustituyeron a los 5 monos originales por 5 monos que no sabían qué ocurría si alguno subía la escalera, ninguno sabía que se encenderían los aspersores.

Y como te estarás imaginando, ninguno subió.

Si le pudieras preguntar a esos monos por qué no cogían un plátano, seguramente su respuesta sería:

“No lo sé, así es como se hacen las cosas aquí”.

¿Te suena familiar?

Esto ocurre casi cada día. Todos hacemos cosas que no queremos, seguimos normas sociales que no nos parecen lógicas y ponemos muros donde no los hay porque es lo que todo el mundo piensa o porque siempre se ha hecho así.

Cuando eso ocurre, siempre decimos que no queda otra, es lo que hay, sólo queda conformarse con lo que has conseguido siguiendo unas normas del juego y que no has tenido la suerte de ser rico, más inteligente o haber tenido una idea brillante en el momento preciso.

Pero ¿sabes una cosa? Todo eso es mentira. Mentiras que nos han dicho y nos repetimos porque es más fácil creerlas que ir a contracorriente. Al fin y al cabo nos dan una excusa a la que aferrarnos para que aunque no nos gusten ciertas cosas, al menos no sea culpa nuestra. Simplemente, es lo que hay, así se hacen las cosas y es lo que todos hacen.

Las consecuencias de subir

Nosotros un día subimos esa escalera. No sabemos si los aspersores de agua fría son cosa del pasado y no funcionan ya o en realidad nunca estuvieron ahí. Lo que sí es seguro es que los golpes nos los llevamos y aún duelen.

Consuela el pensar que si aceptas esos golpes, te puedes llevar la recompensa y nadie sufrirá tu atrevimiento, recuerda que no hay aspersores.

Saliendo un poco del cuento, de la metáfora, atreverse a subir esa escalera es atreverse a hacer algo diferente.

No aceptar que las cosas son así, que es lo que hay y tendrás que amoldarte a ello: crece, estudia todo lo que puedas, consigue el mejor trabajo que te permitan, acepta horarios interminables, un jefe dándote órdenes, sueldos bajos y confórmate con los fines de semana para disfrutar de la vida.
El único consuelo que te queda es intentar conseguir lo que la mayoría tiene como vida ideal, el pack básico de familia, hipoteca, coche, 1-2 semanas en la playa al año y el santo grial de la jubilación como objetivo final.

Algunos son felices así, pero la mayoría tenemos que conformarnos con el pequeño pedacito de felicidad que nos han dejado alcanzar con esa vida, sabiendo que podría ser algo más.

Así que como te decíamos, nosotros un día subimos esa escalera. Fueron 7 años de pura angustia en la universidad que no disfrutamos en ningún momento, para después estar 5 años intentando luchar por un trabajo digno que o no encontrábamos o no nos hacía felices, mientras mirábamos esa escalera como tantos otros hacen.

Pensando en tener otra vida, pero creyendo que era imposible, que era algo para otros.

Y te preguntarás cómo llegamos hasta aquí entonces.

Cómo se sube una escalera

No fue algo de un día para otro, no te despiertas una mañana levantando el puño al cielo y gritando que vas a cambiar tu vida. En nuestro caso fue más bien por goteo, cada día era una jornada más en un trabajo que ocupaba nuestra vida casi al completo, una tarde más leyendo sobre personas que vivían de otra manera y noches de domingo deprimentes pensando que llegaba otro lunes, otra semana demasiado larga de trabajo.

Poco a poco ese goteo negativo del día a día y el goteo positivo de leer más y abrir la mente, nos cambió.

Sin darnos cuenta, cada vez hablábamos más y más de hacer lo que soñábamos desde hace años pero era imposible: dejarlo todo y dar la vuelta al mundo, escribir sobre viajar y lo que esto nos aportaba.

Pensando sobre ello, quizás uno de los motivos que nos haya traído hasta aquí sea que a uno de nosotros siempre le han calificado de sinvergüenza, sin mala intención y sin falta de razón. Siempre le dio un poco igual todo, digamos que cuando todos tienen ya una mala impresión de ti, no tienes ninguna reputación o imagen que proteger.
Es como el loco del pueblo que chapotea en calzoncillos en la plaza del ayuntamiento porque eso le hace feliz. Pero dejando el escándalo público aparte.

Esa falta de vergüenza, de miedos sociales por el qué dirán, si se reirán de mí, qué pasa si fracaso… puede ser lo que nos permitió ignorar esas normas sociales y limitaciones sin justificación que no sabemos ya de dónde salieron y atrevernos a dar un paso adelante, a llamar la atención según algunos.

Por qué no deberíamos aceptar las cosas como son

Es curioso como todos aceptamos la gran mentira de que el único camino al éxito (porque es el mismo para todos, claro) es estudiar, esforzarte ciegamente y rezar para tener un golpe de suerte que te coloque en un cargo donde cobres más y trabajes menos, porque al fin y al cabo un trabajo es sólo eso ¿no? algo que nos da dinero pero que no nos gusta. Es lo que hay.

Creyéndonos esa mentira, a la misma vez todos conocemos la historia de muchos grandes genios que triunfaron sin siquiera terminar sus estudios, como Steve Jobs. Y pensamos que claro, como eran unos genios estaban por encima de eso, que no es que la escuela no sea necesaria, es que a ellos les sobraba, les limitaba sus capacidades.

Pero como nosotros no somos genios, sin esos estudios no seremos nadie en la vida. Es pensar que sin esa genialidad, si intentas salirte del "pack básico de vida", vas a fracasar, perder las posibilidades que ya tenías marcadas en la vida, tu dinero y hacer el ridículo.

La vida no es tan simple, pero hemos aceptado que sólo hay un camino y que, si no nos funciona a nosotros, pues ya no queda otra que aceptar las migajas que dejan otros que, por algún motivo, sí llegaron más lejos.

No estamos diciendo que los estudios no sean útiles o el pack básico no sea una buena opción para algunos, pero pensar que son el único camino posible es como decir que un artista, un músico con un gran don, triunfó como pianista y que si no hubiera aprendido a tocar el piano, nos habríamos perdido una melodía única.

Pero ¿y si el piano no era necesario para hacer esa música? Quizás ese artista era capaz de las melodías más preciosas que nadie imaginaba y el piano sólo era un medio, que de hecho podría haber sido cantante.

Intentemos ver más allá de lo que nos han dicho, guiémonos por la máxima de la humildad absoluta: puedes estar equivocado, lo que crees tener como base de tu conocimiento, puede no ser del todo correcto.
Hay muchas cosas que nos las han hecho creer, que puede que antes fueran verdad pero el mundo cambia. Antes no había internet, antes no podías acceder a tanto conocimiento ni a los medios para hacer llegar tus ideas o incluso tu negocio a la otra punta del mundo.

Y si el mundo cambia ¿no crees que deberíamos cambiar con él?

Ya no es sólo la idea de que tenemos muchas cosas nuevas, nuevas tecnologías que nos dan otras posibilidades de entender el mundo, sino que además algunas ideas que antes podían ser ciertas, ahora ya no lo son tanto.

Esto no significa que nuestros padres estén equivocados, igual que no lo estaban sus padres tampoco, sólo vivieron en una época diferente.

Es importante aprender del pasado o de los que tienen más experiencia, sin olvidar que ahora hay más posibilidades. Si sigues aceptando el mundo como era hace 50 años, no serás capaz de ver esos nuevos caminos. Lo que antes valía y merecía la pena aferrarse a ello, ahora es un camino sin salida. Es como llegar con tu pala para cavar 50 años después de la fiebre del oro: ya no vas a encontrar nada ahí.

Sólo hace falta humildad para ver que las cosas son de otra manera y valor para superar tus miedos y los de los demás (¿recuerdas los monos al pie de la escalera?).

Sólo así seremos capaces de ver más allá de la cueva de Platón, de lo que nos dejan ver.

Porque, admitámoslo: todos pensamos igual hasta cierto punto. No entendemos por qué los demás actúan de cierta manera, creemos que se equivocan. O que la sociedad va sin rumbo y van todos como borregos, menos tú. Tú no.

Y aún así, creyéndonos distintos, seguimos al rebaño y comemos el mismo césped: seguimos sus normas. No estarás de acuerdo, pero es lo que hay.

Por lo que no queda otra salida que la humildad si no eres feliz así: mejor pensar que somos todos iguales y que si los demás están equivocados, tú también lo estás, así que ¡deja de comer ese césped!

Pero salir de ahí no es fácil, da mucho miedo y salen a relucir nuestras defensas que nos protegen del dolor: las excusas. Como te has esforzado todo lo que has podido, es lo que hay, la vida no es justa y todos vivimos igual porque no queda otra.

Es cierto que la vida no siempre es justa, pero eso no significa que tengamos que conformarnos a la primera de cambio.

Ahí entró la falta de vergüenza que nos ayudó a nosotros, esa capacidad para ver salidas donde todos estaban seguros de que había un muro.

No es la solución para todo el mundo, no te decimos que te desnudes en la plaza del pueblo. Sólo es el camino que seguimos nosotros y nos ha traído hasta aquí.

Después de mucho tiempo, nos paramos a pensar y vimos que nadie se atrevía a vivir. Que nosotros mismos vivíamos esperando el viernes para descansar, poder disfrutar el sábado y deprimirnos el domingo porque había que volver a la realidad.

Un día, no recordamos cuál sinceramente, subimos la escalera y cogimos los plátanos. Vimos que había otra posibilidad en la vida, que puede funcionar o no, pero que nos da igual, el recorrer el camino ya nos está haciendo felices, que es mucho más de lo que podíamos decir antes.

Tan simple como eso.

Y lo mejor es que aquí, arriba de la escalera, hay de sobra para todos.

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