A todos nos ha pasado alguna vez leyendo un libro que, por algún motivo, al terminar de leer un párrafo no nos hemos enterado de nada.

Automáticamente volvemos atrás y lo leemos otra vez.

Puede que algo te haya distraído o tengas la mente en otra cosa, da igual, el caso es que aunque has leído cada una de las palabras, apenas te has quedado con la idea sin entender en realidad qué ha pasado ahí.

En la vida esto mismo pasa muchas veces.

El problema es que no nos paramos a “releer” lo que ha pasado, no tenemos tiempo para eso o no creemos que lo podamos entender de otra manera. Entonces seguimos nuestra vida sin enterarnos de muchas cosas.

Este problema se extiende a casi cualquier ámbito y, siendo un poco generalistas, se podría decir que nada funciona como nosotros creemos, a veces incluso las cosas son justo al revés de lo que pensamos.

No es bueno generalizar pero es una buena regla que, aplicándola con sentido común, es muy útil.

Todos sabemos qué son los polos opuestos, el famoso ying y yang, ese círculo blanco y negro: el bien y el mal, la luz y la oscuridad, el fuego y el agua, la felicidad y la tristeza… parece simple y en cierta manera lo es, pero muchas veces nos olvidamos de que ese famoso dibujo del ying y el yang tiene dos puntos invertidos y no es por casualidad.

Vienen a representar que nada es 100% blanco ni 100% negro, todo tiene sus matices.

Y lo más interesante de todo esto es que aunque parece que nadie se fija en esos dos puntos, en nuestro día a día es al contrario: los puntos son lo único que estamos mirando, vemos lo que queremos ver y no todo lo que hay alrededor.

Ejemplos habría miles

Uno de ellos sería cuando una persona le pega a otra, en cualquier contexto, ya sea una pelea en la calle, bullying, violencia doméstica, intento de robo...

Todos somos capaces de identificar al agresor y a la víctima, pero no es tan fácil saber quién es el fuerte y quién el débil.

Porque el que recibe el golpe está pasando por un trauma del que puede aprender y hacerse más fuerte, pero el que golpea no hace más que mostrar su debilidad personal e intenta solucionarlo de la peor manera posible.

Cambiemos a otra situación más alegre: una fiesta o reunión de amigos donde hay más de 10 personas.

Siempre hay un “alma de la fiesta” que dirige todo, habla más alto y al que todos quieren tener cerca; después están todos aquellos que siempre tienen algún tema del que hablar y, finalmente, los menos llamativos y menos numerosos, aquellos que no hablan tanto, son más reservados y pasan desapercibidos.

Pues puede ocurrir que la persona más interesante con la que hablar sea uno de estos últimos y no el alma de la fiesta. A veces quien habla más fuerte es quien menos tiene que decir.

¿Nunca te ha pasado que hay varias conversaciones pero cuando habla la persona más reservada del grupo con un tono de voz bajo, todo el mundo presta atención?

Pues lo mismo ocurre en muchas situaciones o aspectos distintos de la vida y es fácil identificarlos si estamos atentos.

Quizás la que más confianza transmite, aquella a la que no le importa ser el centro de atención, es la que más inseguridades tiene. Puede pasar que la más guapa del grupo, la más arreglada y atractiva, se vea fea en el espejo.

El que tiene una opinión más clara sobre el último asunto nacional y más rápido la defiende, a lo mejor no se ha parado tanto a reflexionar como el que se queda callado y sólo da su humilde opinión después, sin tanta convicción.

Y qué decir de las apariencias a cualquier nivel, empezando por las diferencias entre lo que dejamos ver en las redes sociales de nosotros y quiénes somos realmente después al natural, sin tanto filtro.

Es impresionante el punto al que llega la situación, todo funciona tan al revés que el más rico y con la vida más resuelta puede que no sea tan feliz como una persona nacida en una familia muy pobre y que ha pasado por muchas dificultades en su vida.
Pero nadie valora lo que tiene el pobre y que el rico nunca entenderá, sólo queremos lo que el rico nos enseña.

También hay casos más sutiles, como las críticas, los consejos o las opiniones que tenemos de otras personas.

Valora la postura que tiene una persona sobre cualquier asunto pero nunca olvides, como se suele decir, que "lo que tú hablas sobre mí, dice más de ti que de mí".

De la misma manera, recuerda que cuando alguien te da un consejo lo que está haciendo es reciclar una experiencia suya pasada, pero esta no deja de ser una postura muy subjetiva y personal.

Si nos vamos a un aspecto más amplio, tenemos toda la vida profesional que va muy ligada a la personal para bien o para mal.

Aquí todos entendimos el asunto al revés porque así fue como nos lo explicaron: “consigue un buen trabajo y éste te dará una buena vida con la que ser feliz” cuando hubiese sido más fácil poner el asunto cabeza abajo y decir “consigue una buena vida con la que ser feliz y ésta te dará un buen trabajo para ti”.

Ligado a esto, hay otro problema que agrava esa situación profesional y personal que está cabeza abajo: si te falta dinero, no significa indudablemente que necesitas ganar más, también puede ser que gastes demasiado.

Y aunque sean obviedades, no le damos la vuelta a las cosas.

Y aunque esté ahí, no lo vemos

Porque todo lo que te hemos dicho aquí es muy probable que ya lo supieras, que no te hayamos descubierto nada nuevo, porque cuando nos paramos a pensar nos parece lógico, pero aun así después en la vida real, seguimos entendiendo todo al revés.

¿Por qué ocurre todo esto?

La mayoría de las veces no tenemos tiempo para pararnos a pensar, para intentar ver la otra posibilidad. También puede que no sea fácil darse cuenta cuando nosotros mismos estamos dentro de esa locura, si estás haciendo el pino y está todo al contrario de como debería, no te darás cuenta porque verás todo normal.

Pues la parte más graciosa del asunto es que es un juego al que casi todo el mundo juega sin darse cuenta.

Hay muy pocas personas que tengan claro qué quieren hacer en la vida, que sepan sin dudar un segundo para qué se levantan cada mañana.

El resto de los mortales hacemos las cosas lo mejor que podemos, en el mejor de los casos, y como nadie quiere reconocer que está perdido pues es un tema que no se habla y hacemos creer que sabemos a dónde vamos ya que los demás parecen muy seguros de sí mismos, cuando en realidad están igual que tú.

Es bastante ridículo ¿verdad?

Sería mucho mejor si no nos obsesionáramos con una búsqueda tan espiritual y abstracta del sentido de la vida, como si fuese algo dado en lugar de elegido.

O si dejásemos de compararnos con los demás para infravalorarnos creyendo que los demás sí saben qué hacer en la vida y se hablase de ello abiertamente.

No es obligatorio saber qué es lo que quieres a los 18 años. De hecho, está más cerca de ser imposible, si no piensa todo lo que has cambiado en los últimos 5-10 años…

Las personas más perdidas en la vida, que no saben qué es lo que quieren, suelen mostrarse muy seguras de sí mismas y de lo que están haciendo para que los demás no sepan la verdad de la misma manera que en el mundo animal los más pequeños, débiles y desprotegidos pueden mostrar una apariencia más grande, agresiva y peligrosa para que a nadie se le ocurra acercarse.

Al final todo se resume en ocultar e intentar engañar a los demás, intencionadamente o sin ser muy consciente de ello según el caso. Si los demás no lo saben, no nos pueden juzgar.

Ocultamos nuestros miedos, nuestras inseguridades y cualquier aspecto de nuestra vida en el que consideramos que somos inferiores que los demás, cualquier aspecto que pueda ser motivo de burla o menosprecio, todo lo que nos pueda dejar en una mala posición o nos perjudique a nuestra autoestima o nos dañe el orgullo.

Aunque a veces nos olvidamos de que nosotros mismos ya nos estamos juzgando, pero eso es otro tema.

¿Qué se puede hacer para evitar todo esto?

Pues como solemos decir, es muy simple de solucionar, que no fácil.

Para darle la vuelta al mundo y que todo vuelva a estar en su sitio, sé consciente de que hay dos partes del problema: lo que es tu responsabilidad hacer de otra manera y lo que es de otros.

La primera parte es quizás la más obvia.

Si es tu responsabilidad, está en tu poder tener una mente más abierta ante cualquier situación e intentar entender lo que estás viendo o lo que te llega y lo que puede que te estén ocultando de una manera o de otra.

Para ello, te será muy útil evitar los prejuicios o creencias que tú o las otras personas puedan tener, para separar lo que es información objetiva de lo que es una opinión o creencia.

También tener empatía con las personas implicadas, para así saber ponerte en su situación, ver sus motivaciones y comprender qué puede que esté al revés.

Un truco muy bueno es centrarte en resolver el problema de la mejor manera posible y olvidarte de buscar culpables o responsabilidades que se han incumplido y ha derivado en un problema.

Es la mayor pérdida de tiempo. Al menos a la hora de resolver el problema, después sí puede resultar útil para aprender de lo que ha ocurrido y evitar que vuelva a pasar, pero no antes.

Por otro lado, tenemos la segunda parte del problema, la que no es tu responsabilidad y depende de otros. Tú puedes ayudar o apoyar a esa persona, pero no está en tu mano que otros actuen de una manera o de otra.

Aquí es importante que seas consciente de hasta dónde puedes llegar tú y qué se escapa de tu control. Parece simple pero no lo es porque muchas veces queremos responsabilizarnos de asuntos que no son nuestros y pueden ocurrir dos cosas y ninguna es buena.

Si aunque no es nuestra responsabilidad pero de todas formas tomamos las riendas del asunto, estamos haciendo un esfuerzo que no nos corresponde y esto nos puede pasar factura.

Puede quitarnos tiempo y energías para nuestros propios asuntos o generarnos una serie de sentimientos negativos por estar cargando con los problemas de otros y esto, a la larga, puede ser muy dañino para tu relación con esa persona.

Pero puede ocurrir, y es lo bastante habitual, que por más que queramos no podamos hacer nada si la otra persona no se hace responsable de lo que le toca.

En ese caso vas a frustrarte por intentar resolver un problema que, por más que te esfuerces, no vas a resolver. Y lo que es peor, vas a pagar esa frustración con la otra persona que, si ya de por sí no se está responsabilizando, menos lo va a hacer si ya le están lloviendo palos antes de haber hecho nada.

Es preferible evitar verse envuelto en una situación así, por lo que una vez más, analiza todo con cuidado y traza una línea mental bien clara entre qué puedes hacer tú, qué está en tu mano, y qué queda fuera de tu alcance.

Ese ejercicio mental te será más útil de lo que crees. Una vez que entiendas qué te toca a ti, te podrás enfocar en ello muy fácilmente y no te frustrarás intentando solucionar la parte que no te toca.

Cada vez que algo no te cuadre, vuelve atrás y lee de nuevo el párrafo entero con atención.

Así podrás disfrutar más tu libro.

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