Cuenta la historia que en un pequeño pueblo se inició una fuerte lluvia que no cesaba.

Tres días después del inicio de esta lluvia el pueblo estaba completamente inundado.

Todas las personas buscaron la manera de salvarse, pero un hombre, se quedó solo en ese lugar, subió al techo de su casa y rezaba incansablemente pidiendo que Dios lo salvara.

Un bote de rescate se apresuró a dirigirse al lugar donde se encontraba el hombre y le dijeron:

- ¡Vamos, no se quede ahí que es muy peligroso! Suba a la lancha. Vamos a llevarlo con toda la gente.

Pero el hombre no les hizo caso y continuó en su tejado, rezando.

Horas más tarde, la lluvia no se detenía y el agua empezaba a llegarle por la cintura. Entonces otro bote salvavidas se acercó a él y le dijo:

Vamos señor, suba rápido o se ahogará.

Pero el hombre, convencido, contestó:

No se preocupen por mí, Dios me salvará.

Y nuevamente se quedó rezando mientras el bote se alejaba.

Pasaron varias horas y el agua ya le llegaba hasta el cuello.

Entonces apareció un helicóptero de rescate que se acercó a él y le lanzó una escalera para que pudiera subir, pero el hombre se negó nuevamente y se quedó rezando mientras el helicóptero se alejaba.

El agua siguió creciendo y creciendo hasta llegar al tejado y finalmente el hombre se ahogó.

Al llegar al cielo, se dirigió furioso a buscar a Dios y, cuando lo encontró, el hombre se quejó diciéndole:

¿Qué pasó, Dios mío? ¿No me escuchaste? Te pedí ayuda y me abandonaste.

¿Por qué dejaste que me ahogara?

Entonces Dios le contestó:

Hijo mío, te envié dos botes de rescate y un helicóptero, pero tú los rechazaste.

Esta es la historia de la eterna espera…

Muchas veces nos quedamos esperando una señal, algo que nos salve, mientras nos quejamos de nuestra mala suerte. Nos quedamos esperando a que algo cambie…

¿Y si en lugar de esperar, buscamos las opciones que tenemos alrededor? ¿y si dejamos de quejarnos para buscar soluciones y nos movemos?

Estar en modo espectador viendo la vida pasar no va a solucionar nada, esa pasividad y la continua queja sólo logra que te sientas mal con todo a tu alrededor pero si no haces nada para que la situación cambie ¿qué señal esperas conseguir?

De hecho, se genera el efecto contrario: estamos tan enfrascados en nuestro problema, quejándonos de nuestra mala suerte, que no vemos las oportunidades que se nos presentan.

No te quedes esperando el momento oportuno, porque nos mentimos y nos decimos que “bueno, ya cuando consiga… cuando tenga…” pero cuando esa condición se cumple, surgen otras.

El momento oportuno es cuando tú lo decidas.

No ahora, ni ayer ni mañana, sino cuando tú lo decidas

No te quedes esperando la buena suerte, el camino de rosas, el momento perfecto e idílico.

Aprovecha las oportunidades, date a ti una oportunidad y pregúntate ¿y por qué no?

¿Estás esperando a que pase la crisis en la que te encuentras para poder estar mejor?

Haz algo para salir de esa bucle ahora, aunque sea un pequeño paso, la suma de todos ellos es la que hace el camino para llegar a la meta.

Rescata tu vida antes de que se hunda.

Haz algo para ser quien siempre has querido ser y para conseguir lo que siempre has querido conseguir.

Recuerda que el momento es cuando tú decidas.

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