Cuando hacemos una celebración, estamos dándole valor a un evento, un logro que merece reconocimiento.
Celebramos cuando alguien consigue un título, cuando alcanza un hito en su vida.
También celebramos los cumpleaños, como una celebración de la vida de esa persona.
Entonces... ¿por qué no celebramos la muerte?
El entierro es una reunión en honor a esa persona y es costumbre en muchos países rememorar las partes más importantes y destacables de su vida y de su persona, es decir, se celebra su vida.
Incluso en sitios como México, el Día de los Muertos se ha convertido en un evento de gran importancia cada año.
Pero no deja de ser un evento triste, una persona se ha ido y no volveremos a darle un abrazo, a hablar con ella o escucharla reír.
Este punto es uno de los aspectos que más recuerdo de los que se han ido: su risa.
Pocas cosas hay más características de una persona y más bonitas de recordar.
Pero ¿por qué no valoramos la otra cara?
¿Por qué no celebramos su vida en lugar de lamentarla?
Porque formas de morir hay muchas y en muchos casos es inesperada, que es cuando se siente más injusta.
Pero me quiero centrar en la muerte natural, el fin de una vida larga y con sentido.
En ese caso, la muerte no hace más que resaltar la vida de esa persona.
Es como cuando un atleta ha ganado (y celebrado) muchos premios. El momento de la retirada es otro momento de celebración, para valorar todo lo conseguido en conjunto.
En el caso de celebrar la vida de una persona, la diferencia es que no se ha retirado, se ha ido del todo, pero igualmente es un momento donde se puede poner en perspectiva toda su trayectoria ya que ha acabado y ver el mérito de todo lo logrado.
¿Por qué escribo esto?
Puede ser porque en el último año he aprendido mucho sobre desarrollo personal y soy capaz de ver otras perspectivas sobre la vida que antes ignoraba.
También puede que ser que lo haga para consolarme, una manera de aceptar la pérdida de un ser querido.
En cualquier caso, la motivación no quita que piense que todo esto sea verdad, o al menos yo lo acepto como tal.
Así, aunque la muerte de un familiar siga siendo triste, también me permite recordar a esa persona con cariño, sonreír un poco y apreciar lo valiosa que es la vida.
Muchos huyen de la muerte, a veces es casi un tema tabú.
Los que la sienten lejos creen que nunca llegará y los que saben que está más cerca prefieren pensar en otra cosa, no son capaces de enfrentarse a ella.
Y es un temor comprensible, de hecho es injusto por mi parte criticar a los que sienten ese miedo cuando todavía entro en el grupo de los que sienten la muerte tan lejos, más allá del horizonte.
Pero ni así se justifica ese miedo.
El miedo es innecesario en este caso
Cuando sientes miedo es porque tu mente te quiere prevenir de un peligro que, en última instancia, te puede llevar a la muerte.
La muerte en sí no es un peligro a evitar, es un hecho inevitable.
Quizás sería más adecuado el tenerle respeto. Y si respetas la muerte, quiere decir que aceptas su poder sobre ti.
¿Pero sabes qué? Su poder es inútil.
Si estás dentro del agua en la playa y sabes que fuera hace frío, no te queda otra que aceptar que una vez que salgas, vas a tener frío.
Pero no antes.
Tú decides qué hacer hasta entonces.
Si disfrutar del baño tan agradable...
O perder el tiempo atormentándote con lo mal que lo vas a pasar al final.
La metáfora es mala, vale, pero es que la vida es así de simple, que no fácil.
Un entierro es triste, siempre se echa de menos al que se va, pero quiero pensar que el momento también puede ser tan alegre como inevitable.
Una celebración de su vida, además de un recordatorio y una motivación para la nuestra.
Gracias tito
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