Había una vez un maestro que vivía con sus seguidores en su ashram, una comunidad espiritual en la India.
Una vez por día, al caer el sol, el maestro se reunía con sus discípulos para compartir sus enseñanzas.
Un día, apareció en el ashram un hermoso gato que seguía al maestro allá por donde fuera.
Resultó que, cada vez que este predicaba, el gato se paseaba por entre los discípulos todo el tiempo, distrayendo su atención de la charla del maestro.
Por eso, un día, el maestro decidió que cinco minutos antes de cada charla, atarían al gato para que no interrumpiera.
Así pasó el tiempo, hasta que un día el maestro murió.
El discípulo más viejo se transformó en el nuevo guía espiritual del ashram.
Cinco minutos antes de su primera charla, mandó a atar al gato.
Curiosamente, sus ayudantes tardaron veinte minutos en encontrar al gato, para poder atarlo…
Y así, día tras día, fue pasando el tiempo, hasta que un día el gato también murió.
El nuevo maestro mandó entonces que consiguieran otro gato para poder atarlo.
Y así ocurrió con cada maestro.
Cada uno buscaba un gato para poder atarlo y así empezar su charla.
Ninguno se preguntó para qué lo hacían.
Esta es la historia del “es que siempre se ha hecho así”.
Y es que muchas veces damos por sentado que todo aquello que creemos, pensamos o incluso sentimos es así sin más, es real y tiene un motivo y una justificación detrás.
O simplemente lo hacemos por inercia, sin pensar realmente si tiene o no sentido.
El caso es que no nos paramos a pensar si eso nos ayuda o nos es útil, sólo lo damos por hecho y no lo cuestionamos, como si fuera una verdad inamovible.
Y en realidad son nuestras creencias y nuestra interpretación del mundo lo que crea nuestra realidad.
Si pensamos que algo es así, actuaremos en base a ello.
Por ejemplo, si yo creo que no soy capaz de conseguir algo, ni siquiera me molestaré en ir a por ello, o iré pero con la actitud de que voy a fallar, sólo para repetirme luego “¿lo ves? yo lo sabía”.
Cuestiónate todo, lo que siempre ha sido así, lo que piensas y lo que crees porque quizá en algún momento hubo una razón y eso te ayudaba, pero ¿y si esa razón a día de hoy ya no existe?
Piénsalo bien, porque tal vez alguna vez creíste que no eras capaz de lanzarte a una piscina y ese pensamiento o creencia te mantuvo con vida porque no sabías nadar, te fue útil.
Pero si sigues pensando que no eres capaz aunque sepas nadar, igual esa creencia te está bloqueando en lugar de ayudarte o serte útil.
Así que sí: cuestiónate todo y si encuentras algo que te está impidiendo avanzar pregúntate cómo podrías cambiarlo para que te beneficie.
¡Ojo! Sin que deje de ser real para ti.
Es decir, no vale pensar en positivo y listo, porque por mucho que te repitas algo una y otra vez, si no te lo estás creyendo o no es verdad para ti, no funcionará.
En cambio si buscas que siga siendo real para ti pero que te potencie... ahí es donde surge la magia.