Cuenta la leyenda que unos duendes se encargaron de construir el universo. 

Lo primero que hicieron fue el espacio, las estrellas, las constelaciones y los planetas.

Cuando llegaron al planeta tierra, crearon las montañas, el cielo y el mar y cuando estaban a punto de crear al ser humano uno de los duendes dijo:

- Espera, espera, espera ¿a qué viene el ser humano?

- Bueno, viene a ser feliz.

- Pero... no puede llegar a ser feliz así como así, dónde estaría la magia ¿y si les ponemos un desafío? ¿No sería gracioso si escondemos la llave de la felicidad para que tenga que encontrarla?

- ¡Maravilloso… fantástico… excelente idea!

- Vamos a esconderla... ¡ya sé! en la montaña más alta.

- Jummm... No, recuerda que el humano es tan perseverante, tiene tanta fuerza... que va a buscar en todas las montañas del mundo y el desafío terminará.

- ¡Tengo una idea! Escondámosla en el fondo del mar.

- Mmm... no, recuerda que los humanos tienen tanta curiosidad, que seguro van a inventar una máquina para poder bajar y allí la encontrarán.

- Bueno, vamos a esconderla en... otro planeta.

- Mmm, no lo sé, recuerda su inteligencia. Algún día inventarán una nave que pueda viajar a otros planetas y la descubrirán.

Después de un tiempo pensando, el duendecito más inocente dijo:

- ¿Y si en lugar de esconder la llave fuera, la escondemos... tan tan cerca que no la pueda ver?

Y entonces los duendes decidieron esconder la llave de la felicidad alrededor de su cuello, colgada en el cuello de los humanos.

- Estarán tan ocupados buscándola fuera, desesperados, que ni se darán cuenta de que la llevan colgada consigo todo el tiempo.

Uno de los duendes, aún un poco indeciso, levantó la mano y dijo:

- Pero los hombres tendrán el deseo de ser felices, entonces... tarde o temprano alguien será suficientemente sabio para descubrirla y se lo dirá a todos.

- Quizás suceda así.- dijo el más anciano de los duendes.- pero los hombres también poseen una innata desconfianza por las cosas simples. Si esa persona llegara a existir y revelara que el secreto está escondido en el interior de cada uno… nadie le creerá.

Esta es la historia de unos duende traviesos pero ¿no crees que de hecho vamos así por la vida?

Buscamos la felicidad fuera, en las cosas que nos venden en la televisión o en las RRSS queriendo tener esto y aquello: una casa, un coche, un móvil nuevo, más ropa y tantas cosas que a veces ni necesitamos…

También queriendo hacer esto y lo de más allá: irte de vacaciones, salir a comer fuera… siempre sin parar, siempre ocupados y todo para qué, para sentirnos “bien”, para alcanzar la felicidad.

Y no nos damos cuenta de que la felicidad no está allá afuera teniendo o haciendo sino que está aquí dentro, dentro de cada uno de nosotros, en lo que de verdad somos.

Porque la felicidad es una elección diaria que puedes decidir vivir.

Si te anclas en la queja, en el sufrimiento y pones todo tu foco en ello, eso es lo único que ves a tu alrededor.

Si en cambio decides ser feliz, anclarte en la alegría y poner todo tu foco en ello, eso es también lo que ves a tu alrededor.

Esto no significa que el resto desaparezca, pero la energía la estamos poniendo en un lugar diferente y con esto conseguimos hacer verdadera magia, porque así buscamos soluciones en lugar de problemas, sonrisas en lugar de lágrimas.

Nuestros pensamientos tienen mucha más fuerza de la que te imaginas y nosotros tenemos el control de decidir qué enfoque le damos a las cosas.

Deja de buscar fuera lo que ya tienes dentro.

No es egoísmo, se llama amor, amor propio, amor hacia ti.

Una vez que te das cuenta de que la llave de la felicidad la llevas colgada en tu cuello, no hay nada más bonito que compartirla con los demás.


¿Y tú? ¿Qué te ha hecho pensar este cuento? 

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